El lugar que ocupa no es fruto del azar, ya que con anterioridad los visigodos levantaron aquí su basílica de Santa María la Mayor, mientras que los musulmanes hicieron lo propio con su Mezquita Mayor. La Catedral que hoy vemos no es labor de unos pocos años, sino de siglos en los que los mejores artistas han aportado lo mejor de su obra. El tiempo estimado en su construcción, tomando como fin el cierre de su última bóveda, es de 266 años (1226-1492), pero hasta varios siglos después se ha continuado enriqueciendo el majestuoso templo.
Como hemos indicado, la primera piedra se colocó en 1226, ocupando el trono Fernando III y siendo arzobispo de Toledo Rodrigo Jiménez de Rada. Un tal maestro Martín, del que poco o nada conocemos, fue el primero en dirigir las obras. Al poco tiempo le relevó Pedro Pérez, a quien se consideraba hasta no hace mucho el artífice del primer proyecto, a tenor de una lápida conservada en el propio templo.
Antes de introducirnos en el templo echemos un vistazo a la Puerta de los Leones, sin que sea necesario dar una explicación del motivo de este nombre. Fue diseñada a mediados del XV por Hanequín de Bruselas, y en ella intervinieron artistas de la talla de Juan Guas y Juan Alemán entre otros. La representación de la Ascensión de la Virgen fue añadida durante la reforma realizada en el siglo XVIII.
A continuación nos introducimos en el templo por la Puerta Llana, así conocida por ser la única que carece de escalones y que en orígenes fue también llamada de los Carretones al ser utilizada para el paso de carretas que transportaban materiales durante la construcción. Es la puerta destinada hoy en día para el acceso al público, e importante, sobre todo, por tratarse del lugar por donde sale en procesión la Custodia de Arfe el día del Corpus Christi. Una vez en el interior del templo continuaremos el recorrido en el sentido de las agujas del reloj, donde nos encontraremos progresivamente con:
- Capilla de la Inmaculada Concepción: Fundación de Juan Salcedo en el siglo XVI, cuyos restos están aquí sepultados.
- Capilla de la Epifanía: Fundación de Pedro Fernández de Burgos y doña María Fernández, su esposa, en la misma época de la anterior. Sufriría una posterior restauración por Luis Daza. Tanto fundadores como restaurador están enterrados a ambos lados.
- Capilla Mozárabe: Fundación del Cardenal Cisneros que supuso la revitalización del rito mozárabe en Toledo. El arquitecto Enrique Egas diseñó la capilla a comienzos del siglo XVI, aprovechando el espacio donde, posiblemente, se hubiera levantado la segunda torre de la Catedral.
- Capilla del Tesoro: Anteriormente conocida como de San Juan, o de la Torre, al estar situada justo en la base de ésta. Fue utilizada originariamente como sacristía de la Capilla de Reyes Nuevos, que posteriormente fue trasladada a su emplazamiento actual. En 1536 el Cardenal Tavera restauró la capilla con la intención de convertirla en su mausoleo, intención desechada al instalarse su sepultura después en su gran fundación conocida como el Hospital de Tavera. Esta pequeña capilla está destinada hoy a la exposición de distintos objetos litúrgicos de gran valor, entre los que destaca la Custodia del platero Enrique de Arfe.
- Capilla de la Descensión: Según la tradición, la Virgen, cuando se apareció a San Ildefonso, puso sus pies sobre una roca que se encuentra enclavada en la parte trasera. En honor a tal suceso se levantó esta capilla dedicada a la Descensión de la Virgen. Aunque su origen probablemente sea más antiguo que el de la propia Catedral, la actual capilla se debe a las reconstrucciones realizadas por los Arzobispos Fonseca y Sandoval (siglos XVI y XVIII respectivamente). El retablo es obra de Covarrubias y Borgoña, y refleja la imposición de la casulla al Santo patrón de Toledo, hecho acaecido en el año 666.
- Capilla de doña Teresa de Haro: Fundación de Teresa de Haro para ser utilizada como mausoleo propio y de su esposo, el mariscal de Castilla Diego López de Padilla.
- Capilla de Nuestra Señora la Antigua: Fundada en época de los Reyes Católicos por uno de sus influyentes consejeros, Gutierre de Cárdenas, y su esposa, Teresa Enríquez. Según la tradición, la imagen de la Virgen que aquí se venera procede de la antigua basílica visigoda.
- Capilla del Bautismo: Como su propio nombre indica dicho oratorio estaba destinado al rito del sacramento bautismal. La pila, de finales del siglo XV o comienzos del XVI, se realizó con bronce reutilizado, procedente del sepulcro de don Álvaro de Luna.
- Capilla de Santa Teresa: Fundada en el siglo XV con la advocación de la Piedad por Alfonso Martínez, tesorero de la Catedral, cuyo sepulcro se haya junto al altar. Tras sendas reformas realizadas en los siglos XVII y XVIII, en las que se le agregó el retablo actual con la imagen de Santa Teresa, quedo con el aspecto que muestra hoy día.
- Capilla de San Pedro: Construida en el siglo XV bajo la dirección del arquitecto catedralicio Alvar Martínez, por orden del Arzobispo Sancho de Rojas, para ser allí enterrado. La estructura actual se debe a la reforma realizada durante el siglo XVIII, en época del Cardenal Lorenzana.
- Puerta del Reloj: Es evidente que el nombre se debe al reloj que sobre ella existe prácticamente desde la finalización del templo. El que hoy vemos es obra de finales del siglo XVIII, pero lamentablemente ya no queda en pie una esbelta torre que alojaba las campanas del reloj. Dicha torre tuvo que ser demolida en 1889 por presentar seria amenaza de derrumbamiento. Esta puerta es también conocida por el nombre de Puerta de la Feria o de la Chapinería, ya que en la calle anexa se celebraba la feria de agosto en tiempos pretéritos.
- Capilla de la Virgen del Sagrario: Fundación del Arzobispo Gaspar Quiroga entre finales del siglo XVI y comienzos del XVII. En 1608 se reformó al ser cedida por el Cabildo al Arzobispo Sandoval y Rojas para su conversión en panteón familiar. Dicha reforma fue llevada a cabo por el célebre Juan Bautista Monegro. Esta capilla es la predilecta de los toledanos al estar presidida por la Virgen del Sagrario, patrona de la ciudad. La imagen es una escultura románica del siglo XII, recubierta de plata en el siglo XVI. Ante la entrada de la capilla se encuentra la sepultura del Cardenal Portocarrero.
- Sacristía: Al igual que la Capilla del Tesoro, esta estancia es un antiguo museo repleto de obras de arte. Entre ellas destacan El Expolio y un apostolado del Greco, así como obras de Goya, Van Dick, Tristán, Borgoña, etc. El fresco que cubre la bóveda es obra de Lucca Jordano en el siglo XVII, y representa, como no, la imposición de la casulla a San Ildefonso. Entrando en el Vestuario se exponen distintos ornamentos episcopales, así como curiosos estandartes utilizados por los musulmanes en diferentes batallas. Junto a la Sacristía, y tras la capilla de la Virgen del Sagrario, se halla el Ochavo, una preciosa sala de forma octogonal destinada al albergue de numerosas e interesantes reliquias.
- Capilla del Cristo de la Columna: También conocida por el nombre de capilla de los Estudiantes, pues éstos suelen venir a pedir ayuda a la imagen del Cristo que la preside. En el retablo, del siglo XV, también aparecen los Santos Juan y Pedro.
- Capilla de Santa Leocadia: Es de las más antiguas del templo, aunque su estructura actual data de la reforma realizada en el siglo XVI por el obispo Juan Ruiz de Ribera para convertirla en su panteón.
- Capilla de Reyes Nuevos: La capilla original de Reyes Nuevos fue fundada por Enrique II de Trastámara, en el lugar donde hoy se encuentra la llamada del Tesoro, para dar sepultura a los monarcas de la nueva estirpe reinante en Castilla. En el siglo XVI, por iniciativa del Arzobispo Fonseca y con autorización del monarca Carlos V, fue trasladada a su actual ubicación. El diseño es obra de Alonso de Covarrubias, y los altares de Ventura Rodríguez. Fue capellán de esta capilla el célebre escritor Pedro Calderón de la Barca.
- Capilla de Santiago: Fundación de Álvaro de Luna, condestable de Juan II, en la primera mitad del siglo XV. Destacan los sepulcros del fundador y su esposa Juana Pimentel labrados por Pablo Ortiz en el siglo XV. El retablo gótico de la misma época es obra de los autores Segovia, Gumiel y Zamora.
- Transparente: Fue la solución adoptada en el primer tercio del XVIII para corregir el déficit de iluminación, tanto en la girola como en el Altar Mayor. Dirigió la obra Narciso Tomé siendo arzobispo Diego de Astorga y Céspedes, quien se halla precisamente enterrado ante el altar del Transparente. Las pinturas y esculturas que adornan el oportuno ventanal son fábrica de los hermanos del arquitecto, Andrés y Diego.
- Capilla de San Ildefonso: El arzobispo Gil de Albornoz, aprovechando la capellanía de San Ildefonso fundada por Jiménez de Rada, construyó durante el siglo XIV esta capilla. Fue sometida a diferentes reformas hasta el siglo XVIII que la dotaron de su actual apariencia. El retablo existente, proyectado por Ventura Rodríguez, representa la escena de la imposición de la casulla a San Ildefonso de manos de la Virgen.
- Capilla de la Trinidad: Restaurada en el primer tercio del XVI por el canónigo Gutiérrez Díaz para convertirla en su capilla funeraria.
- Capilla de San Nicolás: parece ser que fue fundada en el siglo XIII, aunque el aspecto que presenta procede del XVI.
- Sala Capitular: Fundación del cardenal Cisneros construida en la primera década del XVI por Enrique Egas y Pedro Gumiel. Esta gran sala está destinada a las reuniones del Cabildo Catedralicio, y en ella destacan los retratos de todos los arzobispos de Toledo. Los primeros retratos, hasta Cisneros, son obras de Juan de Borgoña, al igual que los frescos. El resto de retratos son obra de artistas contemporáneos al arzobispo retratado. Digno de admirar es el artesonado que cubre la sala.
- Capilla de San Gil: Restaurada en el siglo XVI por el canónigo Miguel Díaz para convertirla en su capilla funeraria.
- Capilla de San Juan Bautista: El aspecto que presenta es producto de la reforma realizada en el siglo XV por el arcediano Hernando Díaz de Toledo, quien se encuentra aquí enterrado. El retablo con la imagen de San Juan Bautista es obra del siglo XVIII.
- Capilla de Santa Ana: Fundada en el siglo XIII por el arzobispo Jiménez de Rada, y reformada en el XVI por el canónigo Juan de Mariana, periodo del que más vestigios conserva. La estatua orante que vemos es del restaurados, que se halla aquí enterrado.
- Capilla de Reyes Viejos: También conocida como capilla de la Virgen del Alcázar, al guardar actualmente la imagen de la Inmaculada que permaneció en la fortaleza mientras era Academia de Infantería. Fundada originariamente a finales del siglo XIII por el arzobispo Gonzalo Díaz Palomeque bajo la advocación del Espíritu Santo. Reformada en 1498 por el cardenal Cisneros para ser convertida en panteón real, y llamada de Reyes Viejos para diferenciarla de la otra, de Reyes Nuevos, fundada por Enrique de Trastámara. Esta función funeraria nunca fue activa, pues los restos reales quedaron junto al Altar Mayor.
- Capilla de Santa Lucía: También conocida como capilla del Sagrado Corazón por la imagen que actualmente la preside. Fue fundada en el siglo XIII por el arzobispo Jiménez de Rada, siendo una de las de mayor antigüedad del templo catedralicio. El aspecto que ofrece es fruto de la última restauración de importancia a la que fue sometida en el siglo XVIII.
- Puerta de los Leones: La cual tuvimos ya la oportunidad de ver desde el exterior.
- Capilla de San Eugenio: Fundada por el arzobispo Jiménez de Rada. En tiempos fue parroquia con el nombre de San Pedro. Destaca el retablo plateresco, obra de Egas, en el que se halla la imagen del santo titular. El obispo Fernando del Castillo la restauró a principios del siglo XVI para emplazar su sepultura. La reja, encargo del prelado, es obra de Juan Francés.
- Capilla de San Martín: Fundación de los canónigos Tomás González de Villanueva y Juan López de León, sepultados ambos aquí. El santo titular aparece en la vidriera del siglo XVI, en la que aparece representado compartiendo su capa con el mendigo.
- Altar Mayor: Loa primero que llama la atención tras la espléndida reja de Villalpando es el soberbio retablo goticoflamígero, en el cual intervinieron numerosos e importantes artistas bajo la dirección de Enrique Egas y Pedro Gumiel entre 1498 y 1504, época del cardenal Cisneros. En él están representadas diferentes escenas del Nuevo Testamento. Curiosamente las figuras ubicadas a mayor altura son de tamaño superior, en un intento de mantener la perspectiva visual. Flanqueando ambos lados del retablo se hallan varios enterramientos reales, como los de Alfonso VII, Sancho III y Sancho IV. Igual de importante es el del gran cardenal Mendoza.
- Coro: Pretendiendo realizar un Coro digno de tan magnífico templo, y no pudiéndose construir dentro de la Capilla Mayor por problemas de espacio, se situó en este lugar que le dotó de su particular independencia. Al cruzar la reja construida por Domingo Céspedes en el siglo XVI nos encontramos con dos exquisitos conjuntos de sillería. La baja está compuesta por cincuenta y cuatro sedes talladas en nogal por Rodrigo Alemán a fines del XV, quien representó en ellas distintas escenas de la reconquista de Granada. La sillería alta, compuesta por setenta asientos, fue tallada a mediados del XVI por Felipe Vigarny y Alonso de Berruguete. En ella se representan diferentes santos y apóstoles. La silla arzobispal se corona con la escena de la Transfiguración, obra de Berruguete, y un su respaldo se representa la conocida imposición de la casulla a San Ildefonso. Los atriles que encontramos a ambos lados son obra de Nicolás de Vergara “el Viejo”, con la colaboración de su hijo Nicolás de Vergara “el Mozo”, sin que conozcamos al autor del atril que se halla en el centro. Antes de abandonar el Coro merece la pena echar un vistazo a los dos órganos que en él se encuentran, construidos ambos en el siglo XVIII.
Abandonando el interior del templo por la Puerta Llana, continuaremos por la calle Cardenal Cisneros hasta llegar a la plaza del Ayuntamiento. Una vez allí reanudamos nuestra visita a la Catedral contemplando su:
- Fachada principal: La estructura de la fachada principal se realizó entre los siglos XIV y XV, pero fue reformada posteriormente en los siglos XVII y XVIII. A esta última época pertenecen el frontón triangular y la representación de la Última Cena, obra de Mariano Salvatierra, que la presiden. Tras la reja que cierra el atrio, colocada por orden del cardenal Lorenzana, vemos tres puertas. Las del centro, y de mayor tamaño, es la Puerta del Perdón, así llamada por concedérsele indulgencias parciales a todo aquél que la atravesara. También es conocida como Puerta de los Reyes, al ser únicamente abierta para el paso de reyes y jefes de Estado. La más pequeña que vemos a nuestra derecha es la Puerta de los Escribanos, conocida de esta manera al ser la que cruzaban los integrantes de este gremio al prestar juramento ante el altar. También se la conoce por Puerta del Juicio a causa del relieve que sobre ella representa el Juicio Final. La otra puerta más pequeña es la Puerta de la Torre, sin que sea necesario explicar la causa de su nomenclatura. Además es llamada de las Palmas, al ser por donde sale la procesión del Domingo de Ramos, y del Infierno, por el extraño relieve que decora su tímpano. Alzando la vista veremos la torre campanario comenzada en el siglo XIV, cuando se construyó su primer cuerpo liso. Alvar Gómez añadió, en la primera mitad del XV, los tres cuerpos siguientes coronados por el campanario, en el que se alojan nueve campanas incluida la célebre Campana Gorda. Ésta tiene una circunferencia superior a 9 metros y una altura de 3’35, mientras que su peso excede a las 17 toneladas. La construyó Enrique Gargallo por orden del arzobispo Luis de Borbón, y el descomunal calibre de la campana provocó la rotura de numerosos cristales la primera vez que fue utilizada, por lo que su badajo tuvo que ser reducido. En cuanto al cuerpo octogonal flamígero con bellos pináculos, es obra de Hanequín de Bruselas a mediados del siglo XV. La torre campanario está rematada por una estructura de pizarra y por una veleta en la que figura el escudo del cardenal Cisneros. Mirando al otro lado de la fachada vemos la torre inacabada, bien sea por falta de recursos o bien, como parece más lógico, por defecto de cimentación que no permite el peso de una torre similar a la anterior. En su lugar vemos una más pequeña donde se encuentra la capilla mozárabe. La construyó Enrique Egas en el XVI por orden de Cisneros aprovechando el cuerpo cuadrado construido en el XIV. Al ser destruida la bóveda en un incendio, fue reemplazada por la actual, construida entre 1622 y 1631 por Jorge Manuel Theotocópuli, el hijo de El Greco.
A la izquierda de la torre campanario, cruzando la calle a la que da nombre, queda ante nuestros ojos el:
- Arco de Palacio: Construido por Juan Bautista Monegro, por orden del cardenal Sandoval y Rojas, para sustituir uno fechado en el siglo XV que comunicaba Catedral y Palacio Arzobispal hasta que fue destruido por un incendio.
Pasando bajo el Arco de Palacio, a la derecha, nos disponemos a penetrar en el claustro del templo a través de la:
- Puerta del Mollete: Conocida por este nombre al repartirse en antaño una limosna basada en un trozo de pan o “mollete”. Fue construida a principios del XIV. Los frescos de su interior son obra de Bayeu, y representan el rapto y martirio del Niño de la Guardia.
- Claustro: El claustro bajo fue construido a finales del siglo XIV por orden del arzobispo Pedro Tenorio. El director inicial de la obra fue Rodrigo Alfonso, aunque en 1425, año en que fue terminado, Alvar Martínez era el encargado de su construcción. La primera puerta que vemos a nuestra derecha es la Puerta de la Presentación, de estilo plateresco y construida por Alonso de Covarrubias en época del arzobispo Fray Bartolomé Carranza, siglo XVI. Un medallón en el que se representa la Presentación de la Virgen da nombre a la puerta. Continuando por el claustro, recorriendo la parte trasera de varias capillas, llegamos hasta la Puerta de Santa Catalina, de finales del siglo XIV, donde destaca el parteluz con la estatua de la santa. La decoración actual se realizó por mandato del cardenal Lorenzana, quien encargó a Francisco Bayeu y Salvador Maella los frescos con representaciones de San Eugenio, Santa Casilda y Santa Leocadia. El claustro alto se construyó en 1500 por orden del cardenal Cisneros para ser utilizado como residencia de canónigos.